sábado, 26 de junio de 2010
Un día en Francia
Un día en Francia o el origen de este blog
Después de pensar diez millones de veces la idea de crear un blog (ya saben que no soy muy adepto a estas prácticas) y hasta que me anime a crear una cuenta en Feisbuk o tuiter, pero sobretodo por los reiterados pedidos de algunos buenos amigos como Pablo que un día me envió un emilio que terminaba con…y a crear un blog, así vivimos todos la experiencia, es que decidí crear este undiaenfrancia.
A lo largo de los años tuve la bendición de recorrer casi todo el Perú y la gran suerte de poder viajar por algunos lugares de sudamérica. Tengo tantos recuerdos tatuados en la mente y en el pecho que tendré picos de melancolía por años. Algo que recuerdo con mucha risa fue el hecho recurrente que en estos viajes por la costa, sierra y selva del Perú, mucha gente me creía extranjero. Por más esfuerzos que hiciera para tratar de convencerlos que yo era más peruano que una papa rellena, igualito me decían ¡No joven, que va a ser usted peruano! Para luego decirme que era argentino, chileno, brasileño, colombiano, mejicano, japonés, y hasta hubo quien pensó que yo era árabe. Constantemente me pregunté porque la gente pensaba eso de mí ¿Sería por la barba? ¿El pelo largo? ¿Mi ropa? ¿Mi acento? (de esto último, Anne Françoise, amada mía, ¡usted es la culpable!). Fuera lo que fuera, aprendí a convivir con esa sensación de sentirme extranjero en mi propio país. Todo este tiempo de viajar por diferentes regiones del Perú, cada cual con su propia cultura y su propia cosmovisión y convivir con tanta gente que se volvió mi familia y mis amigos del camino, me ayudaron a generar un instinto de adaptación e integración en cada nuevo lugar al que me tocó irme a vivir. Pero irse a vivir al extranjero es otra cosa.
El hecho de dejar a aquellos que amas, tu familia, tus amigos, tus estudios, tu trabajo, tu idioma, tus hábitos, tus lugares comunes, tu comida, tus maneras de divertirte, tu historia, dejarlo todo para adentrarte en otro continente, otro país, otra cultura, otro idioma, otra manera de ver y entender el mundo, todo esto hace que aquello que formaba parte de lo que solías llamar TU VIDA nunca más vuelve a ser lo mismo. Así mismo, cada inmigrante vive su propia experiencia, y esta es única y distinta a la de los otros. Puedes tomar en cuenta muchas cosas, mentalizarte, planificar, encomendarte al Señor de Los Milagros, La Sarita o a la Beatita de Humay, hacer tu lluvia de ideas y análisis FODA con su papelógrafo más, pero nica, nada de nada te va a preparar para lo que te va a tocar vivir como inmigrante. Y aun si regresas a tu país de origen, ya nada es igual, porque nunca más verás las cosas de la misma manera que antes. Por supuesto que va a depender mucho del contexto en que se produce la inmigración, no es lo mismo irte a un lugar en donde no te conoce ni Cristo que irte a un lugar donde te espera tu pareja, algún amigo o tu familia.
En mi caso particular, desde que era chiquito recuerdo que mi familia fue emigrando paulatinamente a Australia. Conforme fui creciendo ese territorio lejano y misterioso (en donde según yo solo había canguros y osos koalas, nada más) se fue volviendo cada vez más familiar e incluso se hablaba de que en algún momento, yo mismo iría a vivir allá. Fue así que empecé a hacer lo que cualquier otro chibolo haría en mi lugar, estudiar inglés y aprender todo lo que pudiese sobre canguros y osos koalas. Con los años cambié los canguros y koalas por la antropología, la música, los libros y las fotos y los estudios de inglés por francés. Las coincidencias de la vida que son el anverso del azar, hicieron que conociera a mi Anne Françoise, mi palabra andante y que luego decidiéramos irnos a residir a su país de origen que es Francia. Hoy vivo en un pequeño apartamento en el distrito de Saint Maurice en la zona 3 de Paris. Cada mañana me levanto junto a mi rubilinda esposa y luego del desayuno me voy directo a la laptop y es que la soledad de París es buenísima para escribir. Escribo alternadamente los dos nuevos libros que empecé hace poco menos de dos meses. Pero también me doy un tiempo para escribir sobre las cosas que me van sucediendo en este mi nuevo país adoptivo.
Francia es uno de los estados más antiguos de la humanidad, su civilización, su idioma y sus manifestaciones culturales están extendidas por todo el mundo, al mismo tiempo que es un ícono de la diplomacia, los derechos humanos, la moda, la gastronomía y el vino, el cine, el arte y la literatura. Ey, Francia parece bien genial ¿no? ¡La hiciste linda brother! Pero no, wantan compadre, tranquilo causita, no todo es lo que parece. Parafraseando a Hamlet hay algo que se pudre en Dinamarca, o mejor dicho, hay algo que se pudre en Francia. Alguna vez mi amiga Aurélie me dijo ¡Todas las francesas estamos extrañas! Yo creo más bien que todos los franceses están medio coca cola, no tan locos como nosotros los peruanos (yo conozco mis pescaos), sino que tienen una forma de ser “especial” y una lógica y una forma de pensar que ni siquiera es diferente, sino que hasta resulta totalmente contraria a la lógica peruana ¿Por qué? Hummm.....Ya lo irán comprobando cuando le den un bistec al blog y chequeen las entradas. Con esto no estoy diciendo que los peruanos somos mejores que los franceses o que somos mas sencillos de entender o huachaferías por el estilo. Tengo la suerte de tener muchos amigos franceses y una familia francesa maravillosa que no han parado de atenderme y engreirme como si fuera una nena. Solo quiero mostrar que así como los peruanos tenemos “nuestras cosas”, los franceses también tienen sus cosas…¡Y tienen hartas!
Desde mi llegada a este país el 15 de marzo de este año, no he parado de pasar por diferentes experiencias, algunas muy divertidas o terroríficas (depende de cómo se vea) y otras más cercanas al surrealismo. No se muy bien por cuanto tiempo escribiré, solo se que escribo para no olvidar, porque el olvido es la derrota de la memoria. Quien sabe, a lo mejor estas palabras conjuradas me puedan servir a mí de expiación y talvez a alguno de ustedes como una guía práctica del tipo 10 cosas que nunca debes hacer al viajar a Francia. Cada jornada es un nuevo aprendizaje, cada vez que sales a la calle es una nueva lección, cada día es una nueva historia. ¡Despierta peruano! Hoy es otro día en Francia.
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