miércoles, 20 de octubre de 2010

La verdad de la Milanesa…o de la Comida en Francia. Parte 2



Algo que me llama poderosamente la atención en cuanto al tema de la comida en Francia es el hecho de ver a tanta gente que “que se mata” tratando de comer sano. Hay ochocientos mil avisos en la tele (tantos como los anuncios de venta de autos) sobre alimentos bajos en calorías, agua mineral, postres sin azúcar, publicidad sobre los benditos productos bio, etc. Y sin embargo, en la vida cotidiana los franceses comen, que digo comen, se atragantan con cantidades industriales de queso, chocolate, embutido, mantequilla (sobretodo los bretones) y vino todos los días. Entonces ¿en qué quedamos? Bueno, hay que reconocer que muchos de esos productos son realmente adictivos. Tal es el caso de los embutidos, los cuales son demasiado buenos. Aunque ya quisiera ver a la gente de acá comiéndose unas salchichitas extra rojas de salchipapa carretillera o devorando un pan con su buen queso de chancho.



Otra cosa que me desconcierta es la manera de preparar el arroz. Adiós a ese arroz graneadito, el pan nuestro de cada día, compañero fiel de toda la comida. Ni siquiera lo aderezan con ajo ni cebolla dorada y lo que es peor, en los hogares de toda Francia se comete diariamente el crimen de preparar el arroz como si fuera tallarín. Me explico, los franceses lo ponen a cocinar con el doble de la cantidad de agua y después lo cuelan, si señores, cuelan el arroz como si se tratara de fideos. El resultado es un arroz mazacotudo y aguachento. Triste pero cierto, esto pasa a vista y paciencia de todos y nadie hace nada para frenar esta barbarie. En fin, cada pueblo tiene el arroz que se merece.

Otro elemento inherente a la gastronomía francesa es el pan. Hace tiempo mi padre me preguntó si en Francia había pan francés como el que venden en Perú y dolorosamente tuve que decirle que aquí no hay ese pan tan sencillo y buenazo con forma de culito espolvoreado de harina. Los panes que se venden por unidad son panes especiales como el pain au chocolat o pan con chocolate, pain aux raisins o pan con pasas y el famoso croissant (que en Perú es conocido como el popular “cachito de mantequilla”). Aquí mayormente con frecuencia se estila vender panes grandes que lo partes en tu casa y luego guardas el resto. Hay una cantidad aterradora de panes entre los que destacan el pan de campo, el pan de cereales, pan de nueces y el pan brioche (que es igualito al panetón). Pero si hay un pan que identifique a los franceses, ese es el pan baguette. A la hora del desayuno y la cena es común ver a todo el mundo en la calle con su baguette en la mano y a veces hasta con dos, tres o cuatro baguettes. En estos casos, suelen utilizar el cochecito de los bebés como carrito de súper mercado para guardar el pan ahí. Bien práctica la gente ¿no?



Como ya había comentado, cada región tiene su especialidad. En julio tuve la suerte de visitar la Provence y ahí me invitaron Pates au Pistou, pasta con una salsa tan exquisita como sencilla, hecha a base de hojas de albahaca y dientes de ajo machacados con aceite de oliva. Otro descubrimiento culinario de esta región fue el Aïoli, que es la salsa provenzal por excelencia y que se obtiene moliendo ajo con sal en un mortero y agregando luego aceite y huevo. El resultado final se parece mucho a esa maravilla de la naturaleza que es la mayonesa peruana extra-líquida con sabor a ajo y que parece imprimante (¡pero si hasta la venden en baldes de pintura!) que te ofrecen en algunas pollerías y puestos de comida al paso, con la diferencia que aquí la consumen con ensaladas y pescado.



Pero no todo es refinado y gourmet, ya que aquí también hay establecimientos de comida rápida made in France. Existen Zeeriad y Quick que le hacen la competencia a Mc Donald’s, Subway y KFC. También hay lugares donde te venden sandwichs, galettes y crêpes (la crêpe de nutella es una prueba que existe el paraíso).



Pero si hablamos de comida rápida, el número 1 se lo llevan de lejos los puestos donde venden Kebab. El kebab es típico de Turquía y consiste en carne de ternera o cordero que se cocina girando en un asador y que luego se introduce en pan pita. Antiguamente era la comida de los reyes persas, será por eso que cuando te pides un kebab comes como rey. Al servirlo con tantas salsas de colores diferentes, ensalada y papas fritas, más que sándwich parece un atropellado. Asimismo, el kebab es tan grande que tienes que abrir toda la boca para morderlo. Al final terminas todo manchado de salsa pero feliz como chancho regodeándose en su crapulencia. Además el kebab es la comida preferida por los estudiantes y por todos los jóvenes, debido en parte a su módico precio (cuesta la mitad de un menú) y por todos los nutrientes que aporta al organismo cuando es ingerido conjuntamente con grandes cantidades de alcohol.



Habiendo tanta variedad de comida francesa y de restaurantes de todas partes del mundo en Paris, a veces a uno se le antoja también un poco de cocina peruana. Y aunque existen algunos restaurantes peruanos en Paris, hay que tener suerte porque no siempre las cosas resultan como uno espera. Una vez invitamos a mis suegros a comer a un restaurante peruano llamado “Candela Caliente”. Nos emocionamos al ver la estética kitsch del local y pensamos que sabíamos lo que hacíamos, pero no teníamos ni idea. Empezando que no tenían pisco sour, el ceviche venía con yucas que parecían de 5 días y cuando pedí anticuchos, lo que me trajeron fueron dos miserables palitos con trozos de carne sancochada, sin sal ni comino ni pimienta ni ajo ni ají ni nada. Encima el costo de la cena fue un asalto a mano armada. Nunca me había sentido tan estafado.



Otra cosa fue cuando llevamos a una tía de Anne a comer al “Latino Gourmand” o “Latino Goloso”. Los precios eran razonables y la comida estuvo excelente. Incluso le encantó la inca kola y la chicha morada a la tía Armandine y quedé como un campeón. Quise repetir la experiencia llevando a Pablo y Claudia, un amigo peruano y su mujer alemana al mismo sitio, pero como dice Sabina “al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver”. Estábamos viajando en el metro con dirección al restaurante y de cazuela nos encontramos con una pareja de esposos peruanos. Le preguntamos que hacían en Paris y el hombre nos dijo que era el cocinero del Latino Goloso. Le contamos que estábamos yendo a almorzar ahí y nos reímos y empezamos una animada conversación. En eso llegaron los inspectores de boletos. Increíblemente la mujer del cocinero no tenía el buen boleto y los inspectores terminaron por bajar del metro al cocinero y a su mujer y se los llevaron detenidos. Largo tiempo estuvo el peruano oprimido porque cuando llegamos al restaurante, vimos a una muchacha encargándose de la cocina. Esta vez la comida estuvo tela, no pasaba nada con la sazón y sirvieron bien chicoma. Tal vez si no detenían al cocinero, otra hubiera sido la historia. Pero ni modo, así pasa cuando sucede, sobretodo cuando ocurre.



Por eso mantengo que la mejor comida peruana que puedes comer en el extranjero, es la que tú mismo te puedes preparar. Y cuando encuentro todos los ingredientes y el plato sale bien, es como una pequeña victoria que saboreo en silencio, porque cada vez que como algo de comida peruana, me vuelvo a sentir peruano. Bueno, ahora me tengo que ir a preparar la comida del día siguiente. En el menú toca cocinar comida francesa. Normal, mañana es otro día en Francia.