domingo, 11 de julio de 2010

¿Cultura de bares o bares de cultura?



Siempre he creído que la mejor manera de conocer una ciudad es conociendo sus bares. La primera vez que entré a un bar en Paris fue a fines de abril. Eran las 2 de la tarde cuando llegamos con Anne a la Rue de Buci y escogimos la terraza del Bar Les Etages. Una pareja de hippies viejos se besaban mientras los rayos solares me caían en la frente y me adormecían como un lagarto. Al frente del bar estaba la famosa editorial Taschen y en la vitrina había una foto en blanco y negro con la imagen de una mujer de los años sesenta, semidesnuda y con un cartel entre las tetas que decía PARIS.



Esta tarde de julio el calor se siente como una mano descomunal, caliente y húmeda que te estruja y no te deja respirar. Es verano y miles de personas se vuelcan a los bares. Es ahí donde los franceses se quitan los audífonos y apagan sus Iphones, donde parecen volver a la vida y dejan esa expresión de abulia y aburrimiento que parece acompañarlos todo el día. Es en los bares y en los cafés en donde encuentran ese espacio donde pueden socializar y ser escuchados y hablar y hablar y hablar. Porque si hay algo que adoran los franceses es hablar y sobretodo hablar de la Meteo o el estado del tiempo (en una próxima crónica contaré un poco más de la fascinación de los franceses por el clima). Algo que me llama la atención es que la gente se puede pasar horas enteras en los bares con un solo vaso, nada que ver con los cementerios de botellas que a nosotros, los peruanos, nos encanta dejar sobre las mesas. Esto talvez se deba al hecho de que beber en un bar aquí no sale muy barato que digamos, y otra razón puede ser que los franceses no beben tanto como se hace en Perulandia. Otra cosa que me sorprende mucho de aquí es que a los bares acuden familias enteras, padres con sus hijos pequeños y abuelos. Por supuesto que no van muy tarde por la noche ni a cualquier establecimiento, pero en general, el bar es algo más que un antro para emborracharse o ligar, se convierte en una suerte de hogar temporal para todos.



En Francia hay tantos bares como en Perú hay restaurantes de pollo a la brasa, y la variedad es impresionante. Existen bares lúdicos, que ofrecen diversos juegos de mesa, billar y dardos. También hay bares literarios, en donde puedes encontrar estantes repletos de libros. Hay muchos Pub Irlandeses y bares celtas, en los cuales puedes encontrar pinturas y decorados con motivos célticos y personajes mitológicos. Incluso encontré un bar en el barrio de Montmartre con pinturas de cómics con Batman, Hulk y otros personajes del universo DC y Marvel. Además, en los bares puedes ver exposiciones de arte, exhibiciones de pintura y fotografía, conciertos de música y recitales de poesía y narrativa. También se practica mucho en los bares hacer Slam (no confundir con ese cuaderno que tenías que llenar con los datos de tus patas, sino eras un chibolo monse en el colegio), que consiste en leer algún poema, artículo o texto, solamente por el placer de compartirlo.



Los que más me gustan a mí, son los bares y cafés Bistrot, pequeños locales donde puedes tomar café y bebidas alcohólicas y donde puedes pedir quesos y cosas para picar, además de platos tradicionales. Entre los bares famosos están el Pure Café, que fue donde se filmó la película Antes del Atardecer con Julie Delpy y Ethan Hawke y que trata del reencuentro de dos personas después de 9 años de su primer romance. Y otro es el Café des Deux Moulins o Café Los Dos Molinos, célebre Bar Brasserie de Montmartre en donde transcurre gran parte del mítico film de Jean-Pierre Jeunet Amélie, una extraordinaria fábula en medio de esta vida moderna.



Les Cascades es un bistrot littéraire y es uno de nuestros bares favoritos. Se encuentra en la rue del mismo nombre en Belleville, un barrio formado por gente venida de todas partes y donde el arte y lo popular se reflejan en sus calles coloridas y conciertos al aire libre. Un viernes por la tarde llegamos a este local y su dueña no paraba de atendernos y regalarnos sonrisas como si fuésemos habitúes del bar. Ahí vimos a un grupo que tocaba música del medio oriente. El sonido del laúd y la voz del cantante me transportaba al desierto, a otras latitudes, y en esa lejanía sensorial me acompañaba el sabor fuerte del vino seco (en Francia no hay vino tinto dulce como el Magdalena de Queirolo) y el aroma dulce de los labios de Anne. Nos sentimos felices y hablamos de nuestros planes para el futuro y nuestros sueños se veían cada vez más cerca.

Mis recuerdos me llevan ahora hasta la primera vez que entré a un Bar en este país. Estábamos en Nantes con los padres de Anne y su amiga Laetitia, el viento helado de marzo me golpeaba la cara y me congelaba las manos, estaba cansado por un viaje con demasiadas escalas y muy pocas horas de sueño. El vértigo de la fatiga y la nostalgia por mi país se me venían encima como un aguacero que me seguía solo a mí. En medio del aire gris, vimos unas luces artificiales y fuimos avanzando a ellas hasta llegar a un Bar-Tabac PMU, uno de esos bares franceses en donde puedes comprar tabaco, emborracharte y apostar a los caballos.



Fue ahí que mi suegro o como se dice en francés “mi bello padre” me invitó mi primera cerveza francesa. Estoy seguro que fue una cerveza blanca, pero la recuerdo como un líquido dorado que atravesó mi cerebro y me dejó en la garganta una agradable sensación que me sacó del vacío y me hizo sentir irracionalmente feliz. Por eso cada vez que tomo una cerveza en algún Bar de aquí, me quedo un instante saboreando el primer sorbo, sintiendo por unos segundos que vuelvo a sentirme en casa.

2 comentarios:

  1. Arguedas decía que los varones y las mujeres tienen dos formas distintas de conocer una ciudad: ellos en bares y prostibulos, ellas en el mercado
    Quiza cada vez mas el conocimiento sea mixto: bares y mercados frecuentados en pareja pero siguen siendo esos sitios y no los monumentos historicos los que te dicen como es la ciudad viva

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  2. JuanLuis:

    socio pinches guey, pucha de solo leer tus experiencias en Un día en Francia, me da ganas de viajar allá, sobre todo porque acá el miserable frío nos hiela hasta los huesos. "Papá" ahora tomas buenos vinos, no recuerdas al "Cascanico" allá en Despiértate California a los 3900 msnm en Tambobamba.
    Un abrazo, amigo de siempre.
    Paolita Borja

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